Un lenguaje para todos

La tecnología actual pone a disposición de todos los ciudadanos una cantidad enorme de información. Una buena parte de ella procede de las administraciones públicas. Ministerios, ayuntamientos, comunidades autónomas, etc., utilizan páginas web, blogs, portales de transparencia y datos abiertos, etc, para acercarse a la ciudadanía.

Sin embargo, muchas veces la cantidad no se refleja en la calidad de esa información, fundamentalmente, por una cuestión de falta de coherencia entre lo que se pretende y lo que realmente se hace. Los ciudadanos no entenderán lo que las administraciones quieren decirles si éstas no aprenden a decir las cosas de otra forma.

En ocasiones, parece que los redactores de contenidos se apropian de las herramientas que utilizan con el fin único de demostrar sus conocimientos técnicos en una determinada materia; otras veces, carecen de la formación adecuada para comunicar o, en fin, simplemente, no son conscientes del público al que se dirigen.

Por tanto, es necesario un cambio. Y este cambio debe centrarse en dotarse de los medios técnicos y humanos para que la ciudadanía entienda lo que se le quiere decir. Sólo así, los vecinos de un municipio serán capaces de realizar cualquier trámite que precisen sin tener que acudir repetidamente a los servicios de atención ciudadana para que les aclaren la información.

Por ejemplo, una web de la administración pública tiene una multiplicidad de destinatarios: ingenieros, trabajadores, mayores, jóvenes, inmigrantes, así como personas con diferentes grados de capacidad. Y ninguno de estos grupos de personas se van a sentir molestos porque se les hable en un lenguaje sencillo y claro (lo que no quiere decir que esta forma de decir las cosas excluya parte de la información); todo lo contrario, todos ellos van a agradecer las facilidades que se les ofrezca a la hora de saber qué tienen que hacer, por ejemplo, para empadronarse o para solicitar una licencia de obra.

En definitiva, se hace necesario un cambio urgente. Las administraciones públicas deben ser capaces de dirigirse a la mayoría de los ciudadanos con la intención de que éstos entiendan lo que se les quiere decir. Y para ello es imprescindible tener en cuenta dos reglas sencillas:

  1. Redactar con la mayor claridad y sencillez posible sin que haya merma de la información.
  2. Ponerse en el lugar de los destinatarios de la información (ya sea un trámite, una información turística o el prospecto de un medicamento) para entender cuáles pueden ser las necesidades de estas personas a la hora de comprender los textos que se publican.

¡La clave está en el lenguaje!

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